martes, 10 de marzo de 2009

LA GORDITA

La Gordita de 16

Los argentinos somos tan pretendidamente exquisitos con las apariencias que, ubicándonos en el terreno de lo político, es común que pasemos por delante de hechos verdaderamente trascendentes sin registrar su importancia. Por lo contrario, destinamos nuestros mejores esfuerzos y más profundas miradas a elaboraciones que si no terminan en algo parecido al gol del Diego a los ingleses pareciera que su destino no puede ser otro que el tacho de la basura o el olvido. Es decir, algo for export, que pueda disputar un lugar en las vitrinas del llamado primer mundo en paridad con los estándares de calidad que sus países simbolizan o, si se prefiere, sin la carga de complejos que supone su realización en una nación dependiente y al sur como la nuestra. Si no adquiere ese brillo, sus mentores pueden admitir su sobrevivencia, y muchos de nosotros tolerarla, pero al precio de que no trascienda, que no se nombre. Son los beneficiarios del hecho los encargados de darle valor con el tiempo y, porqué no, rescatarlo de los lugares comunes para elevarlo a la condición de bandera en el marco de las conquistas mayores.

Estoy refiriéndome a la garrafa de gas al que le fue fijado el precio de $16 por una oportuna, justa y antidiscriminatoria medida del gobierno nacional y que, pese a que no figura en la agenda mediática ni siquiera de la mano del discurso oficial, está destinada a erigirse, si le damos tiempo para ello, en uno de los referentes con entidad a la hora de discutir las enormes cuestiones relativas a la equidad, justicia o igualdad de oportunidades. Es que, para evaluarlas, las cosas deben ser miradas desde los lugares que habitan. Es así como puede tomarse una real medida de su volumen. Y el espacio donde el mencionado cilindro se destaca es el de los millones de hogares en los cuales su presencia, sobre todo en invierno, es casi motivo de culto. El altísimo precio en que se mantenía hacía que la mayoría de las familias con viviendas que no son servidas por la red, solo la usaran para cocinar y que el resto de la demanda de energía fuera satisfecha con sustitutos o directamente no se cubriera. En ese abanico de necesidades hay que poner, prioritariamente, a la calefacción, un “lujo” al que hoy pueden acceder los pobres y buena parte de las clases medias.

En cuánto a su significación en la industria turística solo basta recordar, para mensurarla adecuadamente, los centenares de testimonios (muchos de ellos recogidos y publicados por quien suscribe) de titulares de emprendimientos para quienes una de las mayores dificultades en la continuidad de sus labores en invierno era, justamente, el costo del gas que volvía inaccesibles las tarifas de alojamiento. Por cierto que esta mejora, por sí sola, no suple la falta de políticas que acierten en dibujar un horizonte contenedor de las expectativas en los habitantes de localidades serranas para participar en la actividad. Sin dudas, otro fundamento crucial lo constituyen rangos crediticios compatibles con el particular hecho productivo que nos ocupa. Como esencial será, también, que trabajemos seriamente en el rubro transportación, que tiene en la recuperación ferroviaria una solución con consenso casi en términos de unanimidad. Avanzaremos analizando estos y otros temas, pero permítanme quedarme hoy con la imagen de la gordita de 16 quien, con su presencia, contundencia y claridad, ilumina el camino en pos de las cosas ciertas, concretas y palpables.

Erico Westergaard
turismoparticipativo@hotmail.com

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