martes, 10 de marzo de 2009

INCLUSIÓN


Inclusión

Es conveniente que de vez en cuando intentemos avanzar un poquito en los términos del discurso. La palabra inclusión es cara a las históricas reivindicaciones populares y, por ello, muy usada en las tribunas. Su existencia es hoy más visible por ser la contracara de una de las consecuencias más terribles del programa neoliberal que tiene en la exclusión a uno de sus rasgos más notorios. Es cuando apuntamos a bajar su peso en el marco social donde las comprensiones sobre su entidad empiezan a diferenciarse. Para algunos la cuestión pasa por lograr que los actuales esquemas generadores de riquezas lleguen con sus beneficios a la mayor cantidad de personas. Para otros, un proyecto tiene capacidad para contener a todos solo si se cambian esos ejes productivos. A la primera lectura están abonados quienes sostienen que el mero aumento de la actividad opera favorablemente en los intereses de la gente, sea quien sea el que conduzca el proceso. A la segunda, los que sostenemos como imprescindible el protagonismo de todos los actores en el diseño y ejecución de las acciones, como método adecuado para el crecimiento armónico y una más justa distribución de los resultados.
Parados en el escenario de la industria turística, uno de los resortes económicos más importantes de nuestra provincia, podemos acceder a un lugar de privilegio a fin de comprobar la influencia del modelo concentrador en la vida y cotidianeidad de los habitantes de la geografía serrana. Cada vez que las circunstancias obran para aumentar la demanda, satisfacerla termina estando en manos de los grupos con mejor posicionamiento sean o no del lugar, relegando las legítimas aspiraciones e intentos concretos de los pobladores que no cuentan con posibilidades de competir por carecer, entre otras, de capacidad de lobby. Con la lógica fría del capitalismo, esos grupos se dedican a captar la mayor cantidad posible del gasto de los visitantes y lo logran a expensas de un profundo desequilibrio que recorre todo el arco económico y social, llegando incluso a incidir en lo natural - paisajístico. Su propósito recaudador deja afuera cualquier consideración en orden a planificar la sustentación del recurso. Pasado el momento de holgura, el extremo beneficiado sale a recorrer el espinel en busca de nuevas oportunidades para acumular y el resto – la mayoría – se debe hacer cargo del estropicio.
Cuando leí un reciente reportaje a Roberto Mangabeira Unger, quien está a cargo de la Planificación Estratégica de Brasil, y en el que el economista propone rediseñar el marco institucional en camino a la construcción del proyecto latinoamericano, no experimenté sorpresa por lo novedoso sino alegría por lo coincidente. Salvando la considerable distancia entre lo puntual de este espacio productivo y lo macro de su planteo continental el fondo es el mismo y ha sido expresado en los lineamientos que fundan la idea del Turismo Participativo. Ya es hora de dejar de oxigenar estructuras que han probado largamente su ineficacia para las respuestas colectivas y tiempo de empezar a delinear formatos donde los interesados ejerzan su inalienable derecho a regalarse un destino mejor. No solo es posible sino imprescindible para que esta formidable herramienta pueda mostrar todo su potencial en orden a brindar oportunidades de trabajo a los hombres y mujeres de la región.

Erico Westergaard
turismoparticipativo@hotmail.com

LA GORDITA

La Gordita de 16

Los argentinos somos tan pretendidamente exquisitos con las apariencias que, ubicándonos en el terreno de lo político, es común que pasemos por delante de hechos verdaderamente trascendentes sin registrar su importancia. Por lo contrario, destinamos nuestros mejores esfuerzos y más profundas miradas a elaboraciones que si no terminan en algo parecido al gol del Diego a los ingleses pareciera que su destino no puede ser otro que el tacho de la basura o el olvido. Es decir, algo for export, que pueda disputar un lugar en las vitrinas del llamado primer mundo en paridad con los estándares de calidad que sus países simbolizan o, si se prefiere, sin la carga de complejos que supone su realización en una nación dependiente y al sur como la nuestra. Si no adquiere ese brillo, sus mentores pueden admitir su sobrevivencia, y muchos de nosotros tolerarla, pero al precio de que no trascienda, que no se nombre. Son los beneficiarios del hecho los encargados de darle valor con el tiempo y, porqué no, rescatarlo de los lugares comunes para elevarlo a la condición de bandera en el marco de las conquistas mayores.

Estoy refiriéndome a la garrafa de gas al que le fue fijado el precio de $16 por una oportuna, justa y antidiscriminatoria medida del gobierno nacional y que, pese a que no figura en la agenda mediática ni siquiera de la mano del discurso oficial, está destinada a erigirse, si le damos tiempo para ello, en uno de los referentes con entidad a la hora de discutir las enormes cuestiones relativas a la equidad, justicia o igualdad de oportunidades. Es que, para evaluarlas, las cosas deben ser miradas desde los lugares que habitan. Es así como puede tomarse una real medida de su volumen. Y el espacio donde el mencionado cilindro se destaca es el de los millones de hogares en los cuales su presencia, sobre todo en invierno, es casi motivo de culto. El altísimo precio en que se mantenía hacía que la mayoría de las familias con viviendas que no son servidas por la red, solo la usaran para cocinar y que el resto de la demanda de energía fuera satisfecha con sustitutos o directamente no se cubriera. En ese abanico de necesidades hay que poner, prioritariamente, a la calefacción, un “lujo” al que hoy pueden acceder los pobres y buena parte de las clases medias.

En cuánto a su significación en la industria turística solo basta recordar, para mensurarla adecuadamente, los centenares de testimonios (muchos de ellos recogidos y publicados por quien suscribe) de titulares de emprendimientos para quienes una de las mayores dificultades en la continuidad de sus labores en invierno era, justamente, el costo del gas que volvía inaccesibles las tarifas de alojamiento. Por cierto que esta mejora, por sí sola, no suple la falta de políticas que acierten en dibujar un horizonte contenedor de las expectativas en los habitantes de localidades serranas para participar en la actividad. Sin dudas, otro fundamento crucial lo constituyen rangos crediticios compatibles con el particular hecho productivo que nos ocupa. Como esencial será, también, que trabajemos seriamente en el rubro transportación, que tiene en la recuperación ferroviaria una solución con consenso casi en términos de unanimidad. Avanzaremos analizando estos y otros temas, pero permítanme quedarme hoy con la imagen de la gordita de 16 quien, con su presencia, contundencia y claridad, ilumina el camino en pos de las cosas ciertas, concretas y palpables.

Erico Westergaard
turismoparticipativo@hotmail.com

ARTÍCULO DE PÁGINA 12

¿Desde Dónde Miramos?

En el artículo titulado El Turismo es una Mierda (Página/12 – 22-01-09), Mariano Blejman hace un documentado recorrido por una de las aristas negativas de la actividad y menciona propuestas para su remediación, todo ello en procura de hallar respuestas que protejan el sano interés por viajar y conocer otras costumbres, hoy acotado por el avasallamiento de lo que describe como una especie de “tsunami descontrolado que arrasa con todo aquello que quiere observar”. El autor hace un racconto de experiencias propias y ajenas que certifican el deterioro de culturas ancestrales a partir de su puesta en vidriera para ser miradas por los ojos de visitantes que, sin embargo, guardarán en sus retinas y memoria imágenes poco auténticas, y descontextualizadas de tiempo y lugar, a partir de que fueran congeladas tras la decisión de comercializarlas turísticamente. Comunidades particulares con rasgos sociales únicos, casi siempre ubicados en zonas pobres, que ante la arrolladora embestida de capitales provenientes del mundo desarrollado dejaron de “hacer” su historia para repetir cotidianamente lo que el folleto de las agencias vende como pintoresquismo. Años de “posar” para el turista van borrando características y transformando la originalidad de su impronta grupal y productiva en una copia de idénticos procesos ocurridos en otros espacios, tras su apropiación para convertirlos en destinos turísticos. Blejman, con cautela, arrima lo que considera un paliativo a modo de solución para las situaciones que enumera. Lanzada por una ONG inglesa y luego de rendirse ante la evidencia de “que el mercado no tiene tiempo para aguardar emprendimientos locales que beneficien a la gente nativa”, la idea apunta a establecer pautas éticas tales como fijar un porcentaje de los gastos en compras y servicios de quienes visitan un lugar, para ser destinados a la salud y educación de sus habitantes.

No caben dudas que los daños que el periodista señala existen y a los mismos me he referido en muchos de mis escritos, atribuyéndolos a la sinrazón de seguir pensando al turismo con esquemas que relegan el papel de los visitantes a la de meros espectadores convocados para admirar curiosidades, (a lo que se agrega una estructura de servicios y comodidades que replican las que los huéspedes tienen en sus lugares de origen, contradiciendo drásticamente uno de los pilares motivacionales de todo viaje cual es vivir lo distinto). Desde esta perspectiva es comprensible la desazón de Blejman, sensación que guarda similitud con tantas frustraciones generadas por el ideario consumista y depredador que enarbolan las consignas neoliberales. Respecto del intento pretendidamente reparador que rescata, debo decir que se asienta en la misma impotencia que nutre las estrategias primermundistas para apagar el incendio económico que provocaron sus irracionales políticas. Es que el formato ideológico es el mismo. En este caso, actitudes bienintencionadas pero de inocultable paternalismo que pueden resumirse así: “los dejamos sin identidad pero a cambio de escuelas y hospitales”.

No muchachos, gracias pero no nos sirve. América Latina y buena parte del mundo postergado acaba de pronunciarse en Brasil –Foro Social Mundial- por la construcción de una vía diferente para resolver las demandas de la humanidad. En consonancia con el lema de Belem, nosotros podemos decir otro turismo es posible pero con la participación y protagonismo populares en sus definiciones y estructuras productivas, seguramente el método más idóneo para elaborar y defender conceptos propios.


Erico Westergaard
turismoparticipativo@hotmail.com